Punto al Arte: Watteau Antoine
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Antoine Watteau (1684-1721)

 


Watteau, Jean-Antoine (Valenciennes, 10 de octubre de 1684 - Nogent-sur-Marne, 18 de julio de 1721) Pintor francés. Nacido en Valenciennes, hacia 1702 se trasladó a París, donde se dedicó a pintar escenas de la vida del teatro; entre 1704 y 1708 trabaJó JUnto a Claude Adran, conservador del palacio de Luxemburgo, y allí pudo admirar la obra de Rubens y de los grandes pintores venecianos, cuya influencia se percibe en sus Fiestas galantes. En 1712 fue admitido en la Academia de pintura de París, e ingresó en 1717 con su obra Embarque para la isla de Citerea (Museo del Louvre). El arte vibrante, nervioso, de Watteau, no exento de una cierta melancolía, alcanzaría gran éxito después de su temprana muerte. Fue un extraordinario dibujante y un excelente colorista. De su repertorio galante, muy imitado por sus discí- pulos, cabe mencionar Serenata italiana (colección Kress, Nueva York), Proposición embarazosa (Ermitage, San Petersburgo), La lección de música (Palacio de Sans  Souci, Potsdam), Contrato de boda (Museo del Prado). En su última obra La insignia de Gersaint (1720-21, Berlín) aparecen tendencias realistas de influencia flamenca.

La inquietud de la época la encarna el mayor pintor que dio, en Francia, el siglo. Jean-Antoine Watteau (1673-1721) fue también el pintor que ejerció más influencia entre sus contemporáneos, y sin discusión es uno de los primeros artistas de la Europa contemporánea. Nacido en Valenciennes, llegó a París en 1702 y tuvo por maestro a Claude Gillot, enamorado de los temas de la Comedia Italiana, predilección que supo transmitir a su joven discípulo.

Sin Watteau, la pintura francesa del siglo XVIII habría perdido su mayor profundidad y seguramente hubiera sido como una suerte de período de cambio y cierta efervescencia que se pierde en su propia volatilidad. De alguna manera, Watteu logra con su obra apuntalar una corriente que corría el riesgo de pasar desapercibida.

Trabajó relativamente poco; era tísico y murió antes de alcanzar la vejez. Sus relaciones con Claude Audran, de antigua familia de grabadores y conservador del palacio del Luxemburgo, le facilitaron el estudio de los grandes lienzos que pintó Rubens para el casamiento de Enrique IV con Catalina de Médicis, que entonces adornaban aquel palacio. Así Rubens hubo de influir necesariamente en las" fiestas galantes" de Watteau y hay improntas indudables de este hecho en la obra del francés. Habiendo fracasado en la obtención del Premio de Roma, regresó en 1709 a Valenciennes, y allí pintó algunas escenas militares. Su lienzo Embarquement pour Cythère (su obra más famosa, hoy en el Louvre), le abrió en 1717 las puertas de la Academia, y pronto contó con importantes clientes, entre ellos el coleccionista Crozat, y con el apoyo del vendedor de pinturas Gersaint, su gran amigo. En 1719, con la esperanza de mejorar su dolencia, se trasladó a Londres; pero regresó, empeorado, al año siguiente. Pintó entonces otra célebre obra suya, L'enseigne de Gersaint (Muestra de la tienda de Gersaint), que se conserva en Berlín.

L'enseigne de Gersaint de Jean-Antoine Watteau (Castillo de Charlottenburg, Berlín). Esta obra maestra, que fue comprada por el rey Federico II de Prusia, había sido destinada por el propio artista a servir de panel de anuncio del comercio de su amigo el marchante Gersaint, en cuya casa, Watteau, estando enfermo, pintó el cuadro en sólo ocho días. 

Watteau fue la perfecta encarnación del artista insouciant. Su primer biógrafo, el conde de Caylus, explica que, habiéndole reprochado su falta de previsión, Watteau le respondió que el peor fin que podía caberle era el hospital, pero que allí on n'y refuse personne (seguramente aludiendo a sus primeros fracasos con la Academia, que hubieron de maltratar su ego tanto como la tisis su organismo). Cuando murió empezaba ya a" repetirse", y su naturaleza sensible no le hubiera permitido, probablemente, una segunda época.

Embarque para Citerea de Antoine Watteau

 



La obra de Jean-Antoine Watteau, Embarque para Citerea (Embarquement pour Cythère), de cuya modernidad y complejidad iconográfica tanto se ha escrito, se convirtió en objeto de las más duras críticas por parte de intelectuales y artistas de los años centrales del siglo XVIII. La pintura presenta una esmerada composición con un grupo de personajes elegantes que gozan con sus respectivas parejas en un paisaje melancólico envuelto en una sutil luz. No se trata de la Arcadia, el Paraíso que tanto entusiasmó a artistas como Poussin, sino de la peregrinación a Citerea, la isla sagrada de Venus, diosa del amor, a donde los Céfiros la llevaron después de su nacimiento. Ella está representada junto con su hijo Cupido, armado con su flechas y arco, atento para disparar a los humanos y conseguir que se enamoren.

Watteau es el pintor del momento, de la transitoriedad: no narra una historia, sino que muestra un instante. Es por este motivo que se han hecho muchas interpretaciones de este cuadro, a veces contradictorias, pues ¿se dirigen las parejas a embarcar hacia la isla del amor? O ¿hacen el trayecto inverso y muestran un semblante triste porque han de abandonar la tierra donde han encontrado el tan deseado amor?

La pintura refleja el ambiente de las fiestas, la alegría de vivir, el amor galante y la sensualidad de los cuerpos. El tema de les fêtes galantes, las fiestas al aire libre fueron muy populares en la sociedad cortesana del siglo XVIII. La relación entre el hombre y el paisaje ya había sido abordada por artistas como Rubens. Aquí la huella de su Jardín del amor, realizada en 1632, con su vía colorista y sensual, está presente.

En la representación de la escena parece como si el pintor diese más importancia al paisaje, al entorno físico, por la pequeñez de los personajes. Sitúa a los enamorados bajo árboles y a otros caminando plácidamente. Mezcla a los humanos con imágenes extraídas de la mitología clásica. Erige entre la abundante vegetación, esculturas paganas que al fin y al cabo se convierten en testimonio de los placeres de los protagonistas. Las parejas se alejan de la estatua de Afrodita, la diosa de lo bello, después de haber depositado las correspondientes ofrendas. La imagen de la escultura de Venus, situada en el extremo derecho del cuadro, parece desprender vida.

Da la sensación de que los enamorados hayan acabado de su día placentero y se dirijan complacientes y satisfechos hacia la nave que les aguarda debajo de la colina.

La obra tiene una sensualidad matizada por una atmósfera difusa y cálida y por la actitudes galantes y tranquilas de sus protagonistas. Se trata de una pintura que quiere seducir. Como los pintores del rococó, el tema no está al servicio del estado y de la religión, sino del gusto del público y de la misma creatividad del pintor.

Jean-Antoine Watteau es el innovador de la técnica, utiliza una paleta brillante, una pincelada rápida que producen en la pintura efectos táctiles.

Watteau trabajó un género nuevo en el que la escena se desarrolla en la naturaleza y se mezcla con ella. Fue un pintor que se caracterizó principalmente por sus composiciones galantes y costumbristas. Fue el artista del universo de los momentos felices y placenteros.

Este óleo sobre lienzo imbuido de una gracia rococó se fecha en 1717, mide 129 X 192 cm, y se conserva en el Museo del Louvre de París.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

L'enseigne de Gersaint de Jean-Antoine Watteau

 


Esta obra maestra, que fue comprada por el rey Federico II de Prusia, había sido destinada por el propio artista a servir de panel de anuncio del comercio de su amigo el marchante Gersaint, en cuya casa, Watteau, estando enfermo, pintó el cuadro en sólo ocho días.

(Castillo de Charlottenburg, Berlín).

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Gilles de Jean-Antoine Watteau

 


Este cuadro, hoy famoso, expresa toda la melancolía del payaso, toda la gloria y la miseria del comediante, y pasó desapercibido durante más de cien años. A mediados del siglo XIX figuraba en el escaparate de un marchante, con un letrero que decía: “Pierrot estaría contento si llegara a gustar a alguien”. Un desconocido lo compró entonces por 150 francos.

(Musée du Louvre, París).

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

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