Punto al Arte: 05 El arte moderno latinoamericano
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Nuevos caminos

Los caudillos del cambio en México, en insurgencia contra "la escuela", fueron, sin duda, Mérida y Tamayo, ejemplos para las nuevas generaciones de artistas, seguidos por otros tres más jóvenes: Pedro Coronel, Juan Soriano y Gunther Grezso. Rufino Tamayo (1899-1991) vivió en Nueva York durante la década de 1930 investigando sobre la esencia de la pintura. Hacia la década siguiente ya tenía su propio estilo. De regreso a México, realizó dos grandes murales sobre bastidor en el Palacio de Bellas Artes, demostrando excepcional maestría en el uso del color. Carlos Mérida (1891-1984) nació en Guatemala y residió en México desde los treinta años de edad. Su mayor mérito en pleno muralismo fue afianzarse como geométrico, trabajando en contra de los cánones oficiales vigentes. 

La apertura del arte mexicano a las corrientes contemporáneas fue tardía. La rigidez de los principios de la" escuela" mantuvo aislados a los jóvenes artistas, a quienes llegaban escasos ecos de lo que sucedía en el ambiente artístico internacional. Esa generación de pintores, surgida hacia el año cincuenta, no pudo canalizar sus inquietudes estéticas en grupos diversos de tendencias definidas: su único aglutinante era la lucha contra la "escuela", que todavía en 1970 tenía ardientes defensores a pesar de que entonces la batalla ya estaba ganada. En la nueva figuración destacan: Alberto Gironella (19291999), Francisco Toledo (1940) y Rodolfo Nieto (1936-1985), Brian Nissen (1939), Roger Van Gunten, Garóa Ponce, Rafael Coronel, Pedro Friedeberg y Javier Esqueda.

Composición en blanco y negro de Luis Fernando Robles. En esta obra el pintor colombiano presenta un intento de acercamiento intelectual a la antigua estética indígena, imitada en la superposición de planos y el retorcimiento de líneas curvas. El dinamismo del conjunto produce en el espectador un efecto de volumen visual de las formas que se realza por el contraste cromático, emulando los jirones de un telar tradicional de los pueblos nativos. Sus aproximaciones al abstraccionismo geométrico se inspiran asimismo en elementos musicales del jazz y de la obra de Bartok, uno de los compositores favoritos del autor.

Colombia se ha transformado en centro artístico de importancia en Iberoamérica en los últimos años. Desde 1965 predomina la figuración; no obstante, varios artistas destacados perseveran en el arte no figurativo.

Relevante personalidad es Alejandro Obregón. Su obra, abundantísima, puede agruparse en cuatro períodos, de los cuales el tercero (1955-1967) es el de su madurez. Con definido estilo expresionista y americanista, en esa época Obregón alcanza la máxima jerarquía a nivel continental y gana en 1962 y 1966 el primer premio en el Salón de Pintura Nacional. Una de sus obras maestras es El último cóndor, de 1959.

La obra abstracta de David Manzur data del comienzo de la década de 1960. A partir del año 1967 trabaja con hilos, siendo hasta ahora su más destacada obra el mural Elementos del Progreso, de 1974. Otros artistas de importancia son Fanny Sanín, Carlos Rojas, Ornar Rayo, Manuel Hernández y Antonio Grass.


Reina Riqui de Alberto Gironella (Museo de Arte Moderno, Ciudad de México). Partiendo de una visión figurativa de la realidad, el autor terminó este óleo comunicando una expresión puramente espiritual. Tras pintar varios retratos de sus amigos y familiares, Gironella realizó en 1978 este enérgico cuadro de su hijo menor enmarcado con un contorno diseñado por él mismo. Basándose en una variación velazqueña de Las Meninas, pero también en pinceladas de Munch, Gironella parece exhibir la obra a medio proceso para dejar abierta la posibilidad de retocarla durante toda su vida. Su amigo Octavio Paz destacó de él su apasionamiento y su ferocidad animal. 

En la nueva figuración militan Fernando Botero (1932), Enrique Grau (1920-2004) y Leonel Góngora (1930-1992). Fernando Botero ganó en 1960 el premio Guggenheim y se radicó definitivamente en Estados Unidos. Es el pintor más importante de la actualidad, con una vastísima producción estética.

El arte político actual con la violencia como tema fundamental tiene en Colombia su precursor en Ángel Rengifo, quien en 1964 realizó una importante exposición titulada "Trece grabados sobre la violencia".

El "Taller 4 Rojo", creado en 1972 por Nirma Zárate y Diego Arango, es un grupo político militante que constituye el primero de trabajo artístico de Colombia y que incluye en sus actividades la labor docente en la escuela del mismo nombre. Dentro de sus creaciones plásticas destaca la serie de fotoserigrafías titulada Agresión del Imperialismo. Otros artistas destacados son Pedro Alcántara, Umberto Giangrandi, Luis Paz y Clemencia Lucena.


Aurora de Marco Ospina (Museo de Arte Moderno, Bogotá). En la obra de este pintor colombiano se entremezclan las formas biomórficas con ciertas premisas postcubistas, caracterizándose por un cruce entre la estética criolla y las tendencias no figurativas más extremas surgidas de la vanguardia europea. A Ospina se le puede considerar el introductor del arte abstracto en Colombia en el año 1940, aunque manteniendo una sensibilidad especial en el color para crear sugerentes paisajes líricos de formas lánguidas, casi melancólicas. 

A pesar de la revolución, en Cuba, René Portocarrero (1912-1995) mantiene su estilo, trabajando nuevamente en la pintura figurativa a base del geometrismo.

El cambio que registra Ecuador al afianzar su sector terciario en la década de 1950 repercute lentamente en el campo de la plástica. Se recrean los temas indigenistas con añoranzas de tradición, en tanto que se produce la apertura hacia los movimientos estéticos internacionales contemporáneos ayudada por la presencia de artistas extranjeros como Wulf y Schreuder, y la posibilidad de algunos pintores de viajar a Estados Unidos y Europa. Empiezan a verse resultados en la pintura a fines de la década de 1950, destacando entre otros Oswaldo Viteri (1931), Enrique Tábara (1930), Arubal Villacís (1927), Estuardo Maldonado (1930), Luis Molinari Flores (1929).

Fernando de Szyszlo, nacido en Lima en 1925, es un calificado exponente del arte abstracto en el que domina el color sin forma. Hizo gran parte de su carrera en el extranjero, habiendo expuesto en la N y V Bienales de Sao Paulo, en la XXIX de Venecia, en la Pittsburgh International (1958) y en el Guggenheim Museum de Nueva York (1966), además de realizar otras numerosas exposiciones. Su personalidad alcanza renombre internacional. Prestigiosos artistas peruanos son Tilsa Tsuchiya (1932-1984) y Luis Arias Vera (1932), derivado del "pop art".

El último cóndor de Alejandro Obregón. Este pintor colombiano siempre ha tratado de reflejar una realidad más profunda que la captada por una observación superficial de la naturaleza. Destacándose por una factura suelta y poderosa del pincel, por la estructuración organizada de los elementos compositivos y el agreste uso del colorido, la obra de Obregón logra articular espacios de una gran fuerza emocional. En este cuadro de una larga serie dedicada al cóndor pinta unas nubes cargadas en el cielo, expresando una violencia natural impresionante. Utilizando este animal como símbolo totémico, remite tanto al escudo patrio como emblema de una identidad, como consigna asimismo la idea de poder, aludiendo al mismo tiempo con orgullo a la fauna americana y a una geografía en la que convergen diversas culturas que han sobrevivido a conquistadores, hambrunas y expropiaciones. 

En la década de 1960, Buenos Aires siente la efervescencia de corrientes estéticas de singulares características. La nueva figuración reúne a Macció, Noé, De la Vega y Deira, gran dibujante, entre varios· que exponen en 1961 en la Galería Peuser. Otros artistas, similares entre sí, son Antonio Seguí (1934), con importante premio en la II Bienal de Jóvenes de París (1963) y la Bienal de Tokio (1966); Jorge Demirjian y Juan Carlos Distéfano (1933), autor de los originales catálogos del Instituto Di Tella, pasando luego a una pintura agresiva. La primera que se lanza al"pop art" es Marta Minujin (1941), culminando en "happenings" y" ambientaciones".

La venezolana Marisol Escobar (1930) con sus esculturas pintadas se erige en una de las figuras más representativas a nivel internacional dentro de este movimiento. Ejemplos de esta misma línea son Delia Cancela (1942), Pablo Mesejean (1937-1986) y Alfredo Rodríguez Arias (1944). Esta joven generación se inspira en la época del "art déco", tratando de interpretarla.

En el arte venezolano, los "Disidentes" de París engendraron dos corrientes fundamentales: la del arte cinético y la del geometrismo neoplasticista, en las que se encauzan artistas de la talla de Otero, Soto y Cruz-Díez.

El arte óptico unió a Venezuela y Argentina en la avanzada continental e internacional. Un pionero en Venezuela es el arquitecto Carlos Raúl Villanueva (1900-1975), responsable de la construcción de la famosa Ciudad Universitaria de Caracas.


Pintura, de Fernando Botero. La imagen es un detalle de una de las obras de la primera época pictórica de este artista colombiano, en la que abundaban las referencias a la religiosidad y las figuras de monjas y obispos con una intención satírica. A pesar de haber vivido durante años en un exilio voluntario, Botero siempre ha insistido en llevar a su obra plástica sujetos que están cerca de la idiosincrasia colombiana.

Un precursor en el arte óptico es Alejandro Otero (1921-1990), quien hacia 1960 expuso obras que implicaban movimiento. Jesús Soto (1923-2005) estudió en Caracas, y a partir de 1955 investigó efectos ópticos logrados con hojas de plexiglás transparente sobre el que dibuja líneas geométricas. Desde entonces ha evolucionado en constante búsqueda. Actualmente acopla en sus obras una parte mecánica que permite movilidad logrando efectos diferentes.

Argentina tiene su gran representante en Julio Le Pare, nacido en Mendoza en 1928. Llegado a París en 1958, dos años más tarde se integra en el grupo "Recherche d' art visuel", al que también pertenecieron Horado García Rossi y Francisco Sobrino. Su país lo presentó como artista único en la Biena1.ci:le Venecia en 1966, donde ganó el Gran Premio de Pintura con obras en las que se requería la participación activa del espectador. Hacia 1972 las obras· de Le Pare son netamente políticas, habiendo derivado, finalmente, hacia la expresión conceptual. Otros artistas argentinos en el campo cinéticoóptico son Marta Boto y Vardánega en el mecánico, y Luis Tomasello en el"físico" de la luz.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Nacionalismo comprometido e internacionalismo estetizante

El movimiento de renovación en la plástica hispanoamericana arranca en México con el muralismo, promovido por Vasconcelos en 1921 desde el Ministerio de Educación, en el que destacan los llamados "Tres Grandes": José C. Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, de personalidades diferentes. Brote explosivo de alcances vastísimos, se intensifica culminando en la década de 1930. Obras colosales en los edificios públicos -a escala arquitectónica- manifiestan un profundo contenido indigenista y cantan a la Revolución mexicana y a la historia de la nación en. lenguaje que se desea llegue fácilmente a las masas.

José Clemente Orozco, al igual que Rivera y Siqueiros, se inicia en la Escuela Nacional Preparatoria, donde en 1923 pinta dos excelentes frescos: La trinchera y La Trinidad: campesino, obrero y soldado. También como Rivera, hacia 1940 ya ha producido lo mejor de su obra, y fallece en 1949. Respondiendo a encargos de los Estados Unidos, entre 1930 y 1934 deja allí una producción artística monumental. El primer mural, a su regreso a México en 1934, es La Catarsis, para el Palacio de Bellas Artes, en el Distrito Federal. En 1940 realiza una obra extraordinaria para el Museo de Arte Moderno de Nueva York, Dive Bomber, y en 1947 pinta un mural al aire libre en la nueva Escuela Normal.

Zapata de Juan Clemente Orozco (Art lnstitute, Chicago). Quien fuera director del Museo de Arte Popular se uniría a Diego Rivera en un sindicato de pintores afines al gobierno que realizaron una amplia serie de obras destinadas al pueblo mexicano. Tras una serie de murales sobre la conquista, la colonización y la revolución mexicana, recibió encargos de los Estados Unidos como el de esta representación de la trinidad revolucionaria compuesta por campesino, obrero y soldado, realizada en 1931 . Orozco fue una de las principales influencias del primer Pollock, antes de que el muralista evolucionara en su última época hacia aproximaciones más simplificadas y expresionistas. 

Hidalgo empuñando la antorcha de la libertad de Juan Clemente Orozco (Palacio del Gobierno, Guadalajara). Coincidiendo con la guerra civil española, Orozco hizo entre 1936 y 1939 varios encargos para la ciudad de Guadalajara, como las pinturas del paraninfo y la cúpula de la universidad o este mural en la escalera del palacio del gobierno donde retrata de forma exagerada y con un gesto enérgico al prócer de la independencia. En recuerdo de la firma del decreto que abolió la esclavitud en México, Orozco pintó en el techo de este antiguo edificio barroco del siglo XVII una vigorosa imagen de Miguel Hidalgo enarbolando un puño cerrado en alto y la gran tea en la otra mano, con la que incendia un país sometido. Bajo la impresionante figura del libertador una multitud anónima lucha contra la horda de autoridades que se aproxima desde uno de los muros inferiores, compuesto por militares y clero que aparecen simbolizados como payasos de un circo portando cruces, esvásticas, hoces y martillos. Orozco se mostró aquí admirablemente crítico con los líderes de las falsas ideologías que habían arrastrado a la humanidad al hambre y a las incurables heridas de la guerra. 

Diego Rivera trabajó en México y en los Estados Unidos. Plásticamente compone al estilo del Renacimiento italiano, innovando con su carencia de academicismo. Entre 1923 y 1928 decora magníficamente la Secretaría de Educación en Ciudad de México, plasmando la vida entera de su país. En la misma época realiza la decoración de la antigua capilla de la hacienda de Chapingo, nueva sede de la Escuela de Agricultura, resultando una obra maestra en la que abunda el desnudo. En 1930 trabaja la galería abierta del palacio de Cortés en Cuernavaca, entrando en el tema propiamente histórico. La serie de frescos del Palacio Nacional de México, realizada entre 1926 y 1935, constituye su obra más ambiciosa: el águila y la serpiente -símbolos nacionales presiden la historia completa de la nación.

Cortés evaluando los tesoros de Diego Rivera (Palacio de Cortés, Cuernavaca). Auspiciado por el embajador estadounidense Dwight Morrow, Rivera pintó este mural de la galería abierta del antiguo palacio en 1929, el mismo año que fue expulsado del Partido Comunista. Al serie rechazado un nuevo plan de estudios tras ser nombrado director de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional, la desilusión le empujó a marcharse a California. 


La niña de los globos de Diego Rivera. Inspirado seguramente por el arte naif francés de principios del siglo XX, Rivera imita en este lienzo el colorismo de Henri Rousseau poniendo el mayor énfasis cromático en los globos que porta la niña en la mano, remarcada por las diferentes formas de la vegetación que la envuelve y por el contraste con la otra figura infantil que aparece a su lado.


El maguey de Diego Rivera (Palacio Nacional, Ciudad de México). En el primer piso del antiguo palacio realizó Rivera en 1914 una serie de nueve murales que representan sendos cuadros costumbristas de la vida prehispánica, desde escenas de un mercado tradicional y varios talleres de artes y oficios, hasta detalles más didácticos sobre el cultivo del maíz, el cacao y el pulque y la fibra de maguey y el tejido del algodón, incluyendo además un último panel sobre el martirio de los esclavos y la evangelización de los indígenas con la llegada de los conquistadores españoles.

Escena de la conquista de México de Diego Rivera (Palacio de Cortés, Cuernavaca). El mismo año en que se casó con Frida Kahlo, Rivera pintó una serie de 16 paneles en los que resumía la historia de México desde la conquista española hasta su independencia. Entre los episodios representados en las grisallas del palacio, Rivera plasmó varias escenas de Cortés ante los emisarios de Moctezuma, recibiendo el apoyo de los tlaxcaltecas y construyendo el propio palacio y las refinerías de azúcar empleando cientos de esclavos mexicanos. 



David Alfaro Siqueiros participó en el movimiento de renovación artística desde sus antecedentes políticos, pero su obra mural es posterior a la de sus dos compañeros de fama. Su importante obra de caballete data -en su mayoría- de 1930, constituyendo magnífica expresión dramática su Madre obrera y su Madre proletaria. En la década de 1930 va a Los Ángeles (California), donde realiza una pintura en equipo usando nuevas técnicas. Viaja a Buenos Aires, Nueva York y España, participando en la guerra civil. En 1941 está en Chillán (Chile), donde realiza un gran mural por encargo del gobierno mexicano, Muerte al invasor, en el que muestra su barroquismo formal. En Cuba (1943) deja tres grandes composiciones de contenido político.Ya plenamente reconocido en su país, realiza varias obras hasta nuestros días, entre las que figuran la del Instituto Técnico Nacional (1952), relieves en mosaico de vidrio en la Ciudad Universitaria; las del Centro Médico (1958),  del Museo de Historia de Chapultepec (1957-1960) y del "Polyforum" (1972), de Ciudad de México.


Del porfirismo a la revolución de David Alfara Siqueiros (Museo Nacional de Historia, México). En este detalle de un mural del castillo de Chapultepec quedan patentes las constantes revolucionarias de este ferviente estalinista siete veces encarcelado por sus ideas políticas contrarias al gobierno y perseguido en el exilio por alentar a las clases desfavorecidas contra las autoridades oficiales. Siqueiros puso aquí en práctica sus teorías sobre el dinamismo visual desde la perspectiva del espectador, optimizando los planos verticales en el espacio y remarcando la composición con el tratamiento escultural de las figuras. 


Nuestra imagen actual de David Alfara Siqueiros (Museo de Arte Moderno, Ciudad de México). Una de las obras más provocativas de este polémico artista es este lienzo de 1947 donde suaviza su habitual sentido crítico sin dejar de ser evidente. La imagen de una roca pensante y carente de rostro con unas robustas manos abiertas con gesto de mendicidad no fue del agrado del gobierno mexicano, que le encarceló por sus provocativas convocatorias populares en más de una ocasión. Tras fundar el contestatario periódico El Machete y ser indultado en 1964 por organizar disturbios estudiantiles de extrema izquierda, Siqueiros suavizó los contenidos en la Marcha de la Humanidad, un enorme mural del Hotel de México. 


Murales exteriores del Polyforum Cultural de David Alfara Siqueiros (Ciudad de México). Siqueiros cedió a los caprichos del empresario Manuel Suárez, quien diseñó un centro urbano para el Parque de la Lama que incluyera un lujosísimo hotel de turismo, ampulosos salones de convenciones y un centro cultural que albergara un teatro, un foro para eventos y una sala de exposiciones. La decoración de este singular edificio en forma de dodecaedro, cuya estrambótica arquitectura rehuye de los cánones ortodoxos, convertía la propia construcción en parte misma de la obra plástica de Siqueiros. 

Otros muralistas destacados y pintores contemporáneos de los "Tres Grandes" son Rufino Tamayo, Juan O'Gorman, Rodríguez Lozano, Carlos Orozco Romero, Alfonso Michel y Francisco Goitia (18821960), quien alcanzó la fama con su obra cumbre Tata Jesucristo (1927). La influencia del muralismo, concretada en sus innovaciones técnicas y planteamientos formales, jugaría un papel importante en el desarrollo de los movimientos artísticos estadounidenses posteriores a la ll Guerra Mundial.

El historiador Jorge A. Manrique expresa la pérdida de equilibrio de la escuela mexicana hacia fines de la década de 1930 señalando que "había perdido impulso la preocupación de búsqueda formal y en cambio cobraba mayor importancia la temática de alabanza de lo local, de la exaltación del glorioso pasado indígena".

Gertrudis Bocanegra da su sangre por la independencia de Juan O'Gorman (Iglesia de San Agustín de Pátzcuaro, Michoacán). O'Gorman pintó en 1941 este mural en una antigua iglesia mexicana reconvertida hoy en biblioteca para honrar homenaje a la mítica heroína que murió fusilada durante su cautiverio carcelario. En esta obra, el artista combina los dos rasgos característicos de la pintura moderna hispano-americana; por un lado el indigenismo, que pone de manifiesto el rostro de los personajes, y por otro la crítica social y la temática revolucionaria. En esta composición el pintor se vale de un evidente y nada disimulado recurso pedagógico que repetiría en años posteriores, denunciando algunos pasajes de la historia mexicana, e insistiendo en las escenas sobre la conquista española.  

El "compromiso" que engendra el muralismo mexicano se reencarna en el "afichismo" de Cuba -que está en pleno vigor a partir de 1965-y de Chile hasta 1973. En este país, pintores como José Balmes y. Gracia Barrios -pertenecientes al grupo" Signo"-volcaron su arte en servicio de la "revolución pacífica", inspirados en sus colegas cubanos. Las autoridades del país antillano comprendieron que aquellos elementos representantes de la sociedad capitalista que animaban la ciudad, y que fueron suprimidos por el régimen revolucionario, debían ser sustituidos por expresiones que dieran vida plástica al medio de acuerdo con los objetivos del cambio. En consecuencia, surgieron en Cuba los" afiches" callejeros que empapelan prácticamente todos los pueblos y ciudades de la isla y las "vallas", de enormes proporciones, que representan imágenes de los héroes nacionales.

A su vez, otros países latinoamericanos tienen manifestaciones artísticas de" compromiso" político. Ecuador se muestra a través de Guayasamín; Colombia, con sus grabadores del "Taller 4 Rojo"; Argentina, con Demetrio Urruchúa, Juan Carlos Castagnino, Antonio Bemi, Carlos Alonso, dibujante, y Ricardo Carpari, integrante del grupo "Espartaco".

 Teogonía de los chibchas de Luis Alberto Acuña (Hotel Tequendama, Ciudad de Santa Fe de Bogotá). En este detalle de un mural ejecutado en óleo sobre madera para un hotel de la capital de Colombia se destaca la figura del dios Chiminigagua, el creador del mundo según la cultura chibcha. La imagen humanizada que ofrece el autor es la de un valeroso cazador oteando el horizonte con un lujoso tocado con plumas mientras un ser licantrópico bebe un brebaje de una marmita sagrada. 



Retrocediendo a la década de 1930, el "muralismo" se expandió especialmente sobre los países de la vertiente del Pacífico, herederos de las más avanzadas civilizaciones precolombinas, provocando una corriente "indigenista" que tomó cuerpo en Escuelas y Talleres de Arte. En Perú, el "indigenismo" encuentra su paladín en José Sabogal (1888-1956), que fuera director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima desde 1933 a 1943, sin que la calidad de su obra -exclusivamente de caballete y figurativa- lo coloque en lugar destacado.

En Ecuador, Manuel Rendón (1894-1982) es uno de los "tres grandes" de la pintura de su país. José Abraham Moscoso (1896-1936), de ideología marxista sostenida a ultranza, es uno de los precursores de la expresividad combativa que llega hasta la denuncia social. Camilo Egas se alinea junto a las tres grandes personalidades de la pintura ecuatoriana contemporánea. Oswaldo Guayasamín (1918-1998) estudió en la Escuela de Bellas Artes de Quito, graduándose en 1941 como pintor y escultor. En 1942 expone por primera vez en esta ciudad, revelándose en su estilo como un revolucionario frente a los cánones vigentes en el arte de la Escuela en que se formó. Su tema predominante es el cuerpo del hombre, tratado mediante planos simples y secos y destacando siempre las manos, de intensa expresividad. Es pintor serial. Su último gran conjunto es La edad de la ira, hecho después de sus visitas a Cuba en 1959 y 1962. Consta de 250 grandes lienzos, en escala mural, sin más coloración que el blanco y negro. Destacan las "mujeres llorando", el tema del hambre, los grupos del "Pentágono", los "condenados" y los "culpables". Dos importantes murales son La historia de la civilización y El descubrimiento del río Amazonas, ambos en cristal de Venecia, hechos para la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central de Quito.

Roberto Berdeiro inicia el indigenismo en Bolivia bajo influencia de Siqueiros. En esta corriente destacan Cecilia Guzmán y María Luisa Pacheco (1918-1981), nativa de La Paz y ganadora tres veces de la beca Guggenheim. A través de Los ídolos precolombinos y la serie de sus Figuras estoicas, llega a sus últimas composiciones expresándose en lenguaje abstracto.

La conquista española de Oswaldo Guayasamín (Casa de Cultura, Quito). Tras ser galardonado con el primer premio del Salón Nacional de Acuarelistas y Dibujantes de Quito, este íntimo amigo de Pablo Neruda pintó este fresco para esta institución ecuatoriana, reincidiendo en la misma temática que caracterizaría la obra de muchos otros pintores hispanoamericanos del siglo XX. 

Colombia asiste a la renovación de sus artes entrada la década de 1930, con la "generación de los nuevos", llamados "los bachúes", quienes no llegaron a constituir" escuela". A ellos corresponden los pintores Luis Alberto Acuña -su principal representante-, Pedro Nel Gómez, Carlos Correa, Gonzalo Ariza y Alipio Jaramillo, en tanto que Ignacio Gómez Jaramillo lo es sólo en parte, y los escultores José Domingo Rodríguez y Rómulo Royo. Acuña define los principios "bachúes" como" el interés exclusivo por lo nativo y el despego total de cualquier manifestación artística contemporánea".

Ignacio Gómez Jaramillo (1910-1970) empieza a trabajar como muralista en 1937, siendo estas obras las que más participan de la ideología de su generación. Pedro  Nel Gómez ha decorado numerosos edilicios en Medellin y Bogotá. Son obra suya varios murales de la Facultad de Minas, destacando su cúpula (1952-1953). Ha producido cantidad de óleos y acuarelas.

Armando Reverón nació en Caracas en 1889 y murió en 1954. Becado para viajar a Europa, estudia . en España y regresa a Venezuela en 1921. Hecha . raíces en la tropical Macuto, donde encuentra la a utenticidad de lo nacional en la intensa luz del trópico, que plasmó en sus telas magistralmente mediante la ausencia del color: el blanco, recomposición del espectro luminoso, visión del ojo cegado por el exceso de luz. Es demostrativa su obra Fiesta en Caraballada (1924).


Dulce membrillo de Pedro Figari (Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo). Este polifacético pintor uruguayo fue abogado, periodista y diputado antes de dedicarse al arte. Miembro del Consejo de Estado y principal impulsor de la creación de la Escuela de Bellas Artes de Montevideo, la obra de Figari se caracteriza por la ausencia de líneas y el empleo de manchas de color, y por representar siempre escenas costumbristas del pasado de marcado carácter romántico, muy idealizadas y nostálgicas, pobladas por gauchos, negros y criollos como reivindicación de un presunto ser nacional. 

Héctor Poleo (1918-1989) representa un brote de muralismo. Cambió luego hacia temas populares, que expresa con ciertas connotaciones surrealistas.

Los más destacados representantes de Cuba son: Amelía Peláez (1897-1968), Wúredo Lam y Fidelio Ponce de León. Amelía Peláez, importante discípula de la Academia de San Alejandro, es de las primeras que viajan a Estados Unidos a perfeccionarse. Su tropicalismo emana música y alegría al volcar en sus telas la vida que la rodea en su pueblo de provincia. Es la primera que repara en las hermosas" claraboyas" coloreadas de las antiguas casonas dándoles todo su valor plástico. Fidelio Ponce de León adoptó el camino abierto por el venezolano Reverón en la pintura del trópico. Wúredo Lam (1902 -1982) e laboró su propio estilo después de conocer a Picasso en París. Al regresar a Cuba pintó La Selva (1941), del Museo de Arte Moderno de Nueva York, su obra maestra.


Homo sapiens de Joaquín Torres García. Muy impresionado por el abstraccionismo y el constructivismo europeo, el pintor uruguayo regresó a su país natal para desarrollar una obra muy personal que supuso la primera introducción del arte abstracto en Hispanoamérica. En este óleo de 1945 se pueden ver varias de las constantes simbólicas que aparecen en otros cuadros de este antiguo colaborador de Salvat-Papasseit, como son el pez, la cruz, el barco, el mar, la luna y los altos edificios. 

Hay que tratar ahora al extremo sur de América. Del lado cordillerano, Chile vive la renovación de t sus artes a través del grupo "Montpamasse", formado en 1928 con los jóvenes artistas que fueron becados a París y regresaron imbuidos por las nuevas corrientes europeas. Entre ellos destaca Camilo Morí (1896-1973), quien recrea la naturaleza con su colorido objetivo. Dos años después se funda la Facultad de Bellas Artes, de singulares y prestigiosas características dentro del panomma latinoamericano.

En la vertiente atlántica, Argentina y Uruguay se manifiestan con características totalmente diferentes al acontecer plástico mexicano y sus derivaciones. No se asume compromiso político ni social y tampoco se producen obras de enormes dimensiones. Los artistas se vuelcan al intelectualismo, absorbiendo en Europa los nuevos vientos de la vanguardia internacional. En 1921 se realiza la primera exposición de Pedro Fígari (1861-1938), uruguayo, en Buenos Aires, que causó profundo impacto en los jóvenes de entonces por el intimismo de sus obras. Otro uruguayo, Joaquín Torres García (1874-1949) marca rumbos en la vanguardia plástica contemporánea, siendo considerado precursor del arte abstracto hispanoamericano. Prácticamente la totalidad de sus ideas quedaron registradas en su voluminoso libro Universalismo constructivo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Surrealismo y abstracción

Habría que esperar algunos años desde esa eclosión que se produjo al inicio de la década de 1920 del arte contemporáneo sudamericano para que aparezcan los fundadores del surrealismo en el continente. El primer surrealista sudamericano perseverante en su línea desde 1935 es Juan Batlle Planas (1911-1965), catalán de nacimiento, formado en Argentina, con influencia de Salvador Dalí. Un pintor muy importante es el chileno Roberto Matta Echaurren -conocido por Matta a secas-, quien en 1937 se inició en la pintura surrealista, continuando en ella a través del tiempo. Su exposición en Santiago de Chile en 1971 lo muestra sin mayores cambios. Llegó su consagración universal con la exposición retrospectiva que en 1957 organizó el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Artista internacional, se define con conciencia izquierdista ante la realidad política latinoamericana a partir de la década de 1950, expresando su preocupación en la temática de su obra. Otros chilenos que tantean en la "pintura fantástica" son Nemesio Antúnez (1918-1933), arquitecto; Rodolfo Opazo (1935), de una generación más joven, y Ernesto Barreda (1927), considerado surrealista, como Matta y Opazo.

Dentro de la “abstracción" está Mario Carreño (1913-1999), cubano radicado en Chile, geométrico de origen poscubista. Ha colaborado con arquitectos mediante paneles que incorpora a los edificios, diferenciándose en esto de los JI concretos" argentinos, Enrique Zañartú (1921-2000), surrealista que se adentra en el campo de la abstracción, y Enrique Castro Cid (1937-1992).

Deseo II de Remedios Varo (Colección particular). Muy alejada de su excelente obra figurativa, Remedios Varo compuso en 1935 esta extraña escena surrealista en la que el delgado hilo que sujeta la creciente ilusión va a ser cortada por los desgarradores dientes de dos rapaces frustraciones aladas. Coincidiendo con su ruptura matrimonial, Varo ingresaría en el grupo lógicofobista cuya obra se opondría a las leyes racionalistas, un movimiento fraguado por el estallido de la guerra civil española, viéndose obligada a exiliarse en París y, más tarde, a México por la ocupación alemana de Francia.  

En Perú destacan, entre otros, Ricardo Grau (19071970), quien realizó ensayos en el surrealismo y la abstracción con menor calidad que en su expresión figurativa, y Sérvulo Gutiérrez (1914-1961), muy similar a Grau. En 1947 funda la Galería de Lima.

En México se expresaron dentro de lo irracional aquellos que, en la época del muralismo, no aceptaron la pintura "comprometida"y quisieron dar rienda suelta al puro placer estético. De trascendencia a largo plazo fue la "Exposición Internacional del Surrealismo" que se inauguró en la Galería de Arte Mexicano en 1940. En esta corriente destacan Antonio Ruiz, Wolfgang Paalen (1905-1959), llegado a México a causa de la II Guerra Mundial y que rompió con el surrealismo en 1941, la española Remedios Varo y la inglesa Leonora Carrington.

Moisés de Frida Kahlo (Tate Modern, Londres). La célebre pintora mexicana quiso siempre distanciarse del estilo directo de su marido, el muralista Diego Rivera, desarrollando un lenguaje pictórico más próximo al surrealismo. Sin escapar tampoco de la denuncia social y de la reivindicación de sus ideales políticos, Kahlo integraba a menudo retratos de sus héroes en cuadros que imitaban las composiciones religiosas y los exvotos populares como en esta obra de 1945, conocida también con el título de Núcleo solar, y en la que pueden identificarse a Moisés junto a Cristo, Stalin, Buda y Marx, entre otros personajes.  

 Diego y yo de Frida Kahlo (Colección privada, Monterrey). Al poco de casarse surgieron ya problemas en su matrimonio con Diego Rivera. En 1949, año en el que Kahlo pintó este autorretrato, la relación tocó a su fin a raíz de un rumor sobre un posible idilio entre su marido y la artista de cine María Félix. Llevando continuamente a Diego en su pensamiento, quien aparece caracterizado con un tercer ojo por la admiración que sentía Frida por su inteligencia, la pintora se representó a sí misma ahogándose con sus propios cabellos alrededor del cuello.  


Mención aparte merece Frida Kahlo (1907-1954), quién a pesar de los elogios de Bretón, nunca se sintió surrealista: "Nunca pinté sueños, sólo pinté mi propia realidad". Su obra, independiente y fruto de su experiencia personal, presidida por el sufrimiento físico que marcaría su creación artística, gira en tomo al cuerpo y al dolor, lo que la convierte en un referente para el arte posterior. Eclipsada por su marido Diego Rivera, representa a ese grupo de mujeres del arte latinoamericano cuya importancia se reivindica desde la perspectiva que da el tiempo y entre las que se incluyen a la brasileña Tarsila do Amaral (1886-1973) y la cubana Amelía Peláez (1896-1968), que supieron conjugar el rigor cubista y el constructivismo con el colorido y la sensualidad propia de su tradición cultural de origen.

El pescador de Tarsila do Amaral (Museo del Ermitage, San Petersburgo). También conocido como Paisaje exótico, este cuadro fue adquirido por el departamento de arte moderno occidental del museo en 1931 tras el éxito de Tarsila do Amaral en varias exposiciones de París. Alejado de sus conocidas pinturas antropofágicas de formas bubónicas y fondos burbujeantes y abombados, esta artista ligada al grupo modernista brasileño pintó en las dos décadas siguientes una serie de obras que representaban escenas de la vida cotidiana de su país y que apuntaban cierta carga de denuncia social. 

Contemporáneamente, en Buenos Aires se creaba el grupo "Orión", que realizó dos exposiciones: en 1939 y 1940. Sus componentes abandonaron más tarde la "pintura fantástica" menos Orlando Pierri, quien entonces se expresó a través de estructuras geométricas elementales. Artistas que posteriormente se destacan en esta corriente son Roberto Aizenberg (1928-1996) y Miguel Caride (1920) por su excelente imaginación y rendimiento.

En 1953 se realizan dos exposiciones que marcan un hito dentro de la historia del arte latinoamericano: una en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y otra en el Stedelijk Museum de Amsterdam, en las que participan los pintores abstractos Lidy Prati, Hlito, Fernández Muro, Sarah Grilo, Miguel Ocampo, Hans Aebi y los escultores Iommi y Girola, constituyendo la primera proyección internacional de un arte argentino de vanguardia.


El pájaro herido de Carlos Mérida (Museo de Arte Moderno, Ciudad de México). Este acrílico sobre papel mate de 1962 es una buena muestra del abstraccionismo geométrico de este artista guatemalteco residente en México. Tras formarse en París junto a artistas como Anglada Camarasa y Cornelius Kees, abandonaría posteriormente el fauvismo que caracteriza su primera época para adoptar un realismo figurativo durante su estancia en los talleres muralistas de Diego Rivera, antes de evolucionar hasta una extremada estilización de las formas en la última etapa de su carrera.


Interior con columnas de Amelia Peláez (Museo Nacional de Arte, La Habana). Como tantos otros artistas latinoamericanos, Amelia Peláez eligió París para su formación artística. Alumna aventajada de la pintora rusa Alexandra Exter, cosecharía elogiosos comentarios de la crítica antes de su regreso a Cuba, donde se dedicó a la enseñanza, la ilustración de libros y murales encargados por el gobierno. Durante un tiempo aparcaría la pintura para dedicarse con irregular fortuna a la cerámica y al dibujo experimental, sin alejarse demasiado del personal estilo que define su obra, como demuestra esta témpera fechada en 1951 . Poco antes de morir se le concedió en 1968 la Orden Nacional por toda una vida dedicada al estudio del arte. 

En 1951, Tomás Maldonado y varios compañeros fundan la revista"Nueva Visión", origen de la editorial del mismo nombre, que constituye el princiJtpl organismo de información en lengua española de los movimientos de avanzada plástica en Hispanoamérica. A estos acontecimientos se suma la Asociación Arte Nuevo -fundada en 1955-, foco artístico que agrupa a concretos independientes y a algunos abstractos libres que trabajan inspirados, posiblemente, en el arte de Torres García, Pettoruti y Del Prete. En segundo lugar -en cuanto al momento de su aparición en la escena de los abstractos- están Kazuya Sakai (1927-2001) y Clorindo Testa (1923); arquitecto de los más prestigiosos entre los sudamericanos, ha ensayado paralelamente la pintura, llegando a su madurez en la época del "informalismo".

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La columna rota

La columna rota es una pintura en la que Frida Kahlo alude al terrible accidente de autobús que sufrió cuando tenía tan sólo 17 años. Como consecuencia se rompió la columna vertebral. 

Las secuelas del grave percance se prolongaron durante toda su vida y, por este motivo, es frecuente ver en sus obras elementos que aluden a la tortura física a la que la artista se vio sometida. Ella misma decía como "Desde que el accidente me desvió del camino ya emprendido y me privó de muchas cosas, no me ha sido posible satisfacer los deseos considerados como normales por el mundo. Nada se me hizo más natural que pintarlos ( ... ) mis cuadros constituyen ( ... ) la expresión más  franca de mí misma sin tomar en cuenta ni los juicios ni los prejuicios de nadie".

En 1944, Frida redujo las horas que pasaba dando clases debido al constante deterioro de su salud. El dolor de su columna y del pie aumentó considerablemente. El doctor Alejandro Zimbrón le mandó reposo absoluto e hizo fabricar un corsé de acero para aminorar el sufrimiento por un tiempo.

"Cada día estoy peor (...) al principio me costó mucho trabajo acostumbrarme (...) pero no puedes imaginarte cómo me sentía de mal antes de ponerme este aparato. Ya no podría materialmente trabajar, pues me cansaba de todos los movimientos por insignificantes que fueran. Mejoré un poco con el corsé, pero ahora vuelvo a sentirme igual de mal y estoy ya muy desesperada, pues veo que nada mejora la condición de la espina dorsal", escribía el 24 de junio del mismo año al doctor Eloesser desde la cama. En ese año, llevaba ya cinco meses con el aparato, la espina le dolía demasiado para sentarse en una silla.

Este empeoramiento de su salud y la obligación de llevar corsé hizo que en La columna rota se autorretratase tal y como se veía. Frida aparece erguida, en el centro del cuadro, desnuda, de pie, de frente. Situada en mitad de una llanura agrietada, mira llena de dolor.

Como la mayoría de sus pinturas está cargada de un intenso dramatismo, pero aquí, a diferencia de otros cuadros suyos, muestra su herida como si fuese una mártir cristiana al aparecer con las caderas envueltas de una tela blanca que de alguna manera sugiere el paño de Cristo.

Una columna jónica con diversas fracturas simboliza su columna vertebral herida, que divide su cuerpo en dos. Frida está llorando, lo que simboliza su padecimiento constante.

Asimismo, la rasgadura de su cuerpo, acribillado de clavos que representan el suplicio de su vida, pues se sometió a treinta y dos operaciones, y la imagen de un paisaje desolador, enfatizan aún más el dolor y la soledad de la artista mexicana.

Al igual que en su pintura La venadita, de 1946, otro autorretrato en el que se presenta con el cuerpo de un joven venado, en La columna rota también utiliza metáforas sencillas para demostrar su sufrimiento. Es una escena fantástica y al mismo tiempo llena de un dolor intenso.

Pero el cuadro también puede señalar el sufrimiento psicológico. De hecho, el padecimiento físico y psíquico estaba muy relacionado tanto en la vida como en el arte de Frida Kahlo. En realidad, a partir del divorcio con Diego Rivera, y probablemente desde antes, las enfermedades que contrajo correspondían la mayoría de las veces a períodos de trauma emocional. Quizás, estos problemas de salud eran el motivo para retener a Diego o convencerlo de que regresase con ella.

Este óleo sobre masonita, de colores vivos y brillantes, mide 40 x 30,5 cm y pertenece a la Fundación Dolores Olmedo Patiño, de México, D. F.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El arte moderno latinoamericano

El siglo XX asiste a la renovación del arte hispanoamericano, que ha sentido el impacto de las más diversas corrientes engendradas en Europa y los Estados Unidos, aportando a su vez expresiones auténticas reconocidas internacionalmente. Las características de tipo geográfico, social y económico, más los hechos políticos de cada país, han condicionado el despertar de la conciencia americana y nacional a partir de 1920, por un natural proceso de maduración. Hasta esa época, en los Salones de Arte de las principales ciudades latinoamericanas exponían pintores y escultores de gran calidad, pero nada representativos de su medio autóctono. Sumemos a esto la falta de comunicación entre los ambientes artísticos de los diversos países del continente. Las Bienales de Sao Paulo -iniciadas en 1951- marcan la ruptura de tal situación, seguidas por la convocatoria de Bienales por otros países y la fundación de instituciones dedicadas al arte moderno que alcanzan relevante prestigio. Se instituyen "Premios" y las artes son patrocinadas tanto por entidades estatales como privadas.

Niña recién envejecida de Fernando Botero. En esta obra de u-
no de los máximos exponentes del arte hispanoamericano ac-
tual se puede apreciar una característica constante en su produ-
cción como es su afán por casar una aparente ingenuidad infan-
til con una sordidez en los contenidos, como pone de manifies-
to en su serie de lienzos sobre las torturas de Abu Ghraib.

Notable inquietud se manifiesta en los jóvenes desde el siglo anterior por nutrirse en las fuentes más conspicuas de los nuevos movimientos estéticos. Alentando estas aspiraciones, los países de mayores recursos becan a quienes demuestran buenas condiciones artísticas. Viajan a Europa, y no se proyectan en verdadera escuela -salvo en casos especiales- aun dentro de su propio medio. Los que permanecen en el extranjero fijan su residencia en París, Nueva York o en otros centros artísticos importantes. Paralelamente, los gobiernos contratan artistas europeos para enseñar en las nuevas Escuelas de Arte, o bien situaciones de presión determinan su partida del Viejo Mundo incorporándose a la vida de Iberoamérica. Este continuo intercambio ha dejado su sello en las artes de Hispanoamérica, al punto de dar cabida al planteamiento de si existe un arte auténticamente hispanoamericano.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Escultura

En el terreno de la escultura, es preciso señalar las figuras destacadísimas de Edgar N egret y E. Ramírez Villarnizar (Colombia), Joaquín Roca Rey (Perú), que experimenta con metales, Marina Núñez del Prado (Bolivia), Emiliano Luján Sandoval (Bolivia), Marta Colvín (Chile), que inicia en su país la escultura no figurativa; José Fioravanti y Alfredo Bigatti (Argentina), autores de la ornamentación monumental de la ciudad de Buenos Aires en ocasión del Centenario, con la Exposición Internacional de 1910, mostrando ya con esa obra un comienzo de separación del academicismo tradicional; Antonio  Sibellino (argentino) en 1926 tiene el mérito de haber creado la primera escultura abstracta en Iberoamérica, Composición de formas; Sesostris Vitullo (1899-1953), Noemí Gernstein y Alicia Penalba, argentinos; Eduardo Díaz Yepes, de relevancia internacional, y Bernabé Michelena (ambos uruguayos), entre otros. Este último es a su país lo que Fioravanti y Bigatti han sido para Buenos Aires.


Navegante, de Edgar Negret. Compuesta por dos módulos, contraponiendo láminas curvas y rectas dobladas, esta obra del escultor colombiano constituye una rica sensación de movimiento gracias al ritmo propugnado por la secuencia de las tachuelas y la maleabilidad de los metales, en comparación con la piedra o el mármol. Perteneciente a una extensa serie de su primera etapa escultórica, esta construcción tiene en el vacío un especial elemento de configuración del espacio, remarcado por la finura de las superficies. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Más allá de los límites del arte

El surgimiento del arte contemporáneo en América Latina fue definido por el escritor brasileño Oswald de Andrade como una síntesis entre las vanguardias europeas y las culturas autóctonas, en lo que llamo antropofagia: "Comemos la cultura europea, la deglutimos y producimos otra creación distinta, fresca e independiente". El arte latinoamericano de las últimas décadas ya ha superado la etapa en la que se miraba en otros o era considerado por sus particularidades. Hoy, sin perder su identidad, se ha integrado en la vanguardia internacional, en parte debido a la confluencia de una serie de factores y a la existencia de estructuras artísticas que han propiciado la consolidación de un mercado artístico que garantiza su futuro.

Exposiciones como "Magiciens de la Terre", celebrada en el Centro Pompidou en 1989, o "Cocido y Crudo", celebrada en el Reina Sofía en 1994, significaron un punto de inflexión en las perspectivas de análisis artísticos, y así temas como la globalización y el multiculturalismo, permitieron que las periferias, las minorías, las identidades, etc., configuraran los nuevos discursos por donde discurriría el arte. A todo ello se añade la creación de nuevos certámenes y Bienales como las de La Habana y del Mercosur, que han contribuido decisivamente a su difusión.

En este contexto de descentralización culturaL los artistas latinoamericanos empiezan a ocupar un merecido lugar en el panorama expositivo internacional y el coleccionismo. Buen ejemplo de ese protagonismo se encuentra en artistas como la brasileña Lygia Clark (1920-1988) con sus preocupaciones sobre la interacción entre arte y espectador; o los cubanos Ana Mendieta (1948-1985) con sus exploraciones sobre la memoria y la identidad, y el fotógrafo y pintor Jesse Femández (1925-1986) con sus reconocidos retratos de personajes.

Entre los más jóvenes, hay que destacar, entre otros muchos, a los cubanos Félix González Torres (1957-1996), quien aúna experiencias personales y reflexiones sobre la teoría artística con posturas políticas; Jorge Pardo (1963) con sus trabajos sobre el contexto y los límites entre arte y diseño. El mexicanos Gabriel Orozco (1962), quien en sus instalaciones de objetos y fotografías se centra en destacar lo efímero y lo cotidiano, así como los límites y disolución de espacio y tiempo; objetos y fotografías, por su parte del belga mexicano Francis Alys (1959) al cual sus posturas de reflexión urbana lo acercan a posiciones situacionistas. Por su parte el brasileño Vik Muñiz (1961) con sus trabajos realizados con materiales no tradicionales como jarabes, chocolate, etc., se cuestiona el papel de la línea y los límites de la representación. El argentino Guillermo Kuitca (1961), con sus mapas de países y planos de ciudades pintados sobre distintos objetos de tipo intimista pretende evocar la condición humana, entendida como cartografía personal. En una línea parecida está el fotógrafo venezolano Alexander Apóstol (1969), quien, tanto en sus fotos como en videos, contrapone imágenes de barrios marginales y grandes mansiones, para hacer patentes las contradicciones urbanísticas que se dan en las grandes urbes latinoamericanas, tomando la arquitectura como un exponente de primer orden para comprender la realidad política y social.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Punto al Arte